martes, 25 de septiembre de 2007

El visitante 6ta noche

6ta noche


Carlos llevaba horas desvelado, el día siguiente partiría. Sería una misión que probablemente le costaría la vida. A pesar de no poder dormirse, sabía que debía hacerlo. Algo en su interior se lo decía. Permaneció así un largo tiempo y cuándo estaba por rendirse y salir a dar una caminata nocturna por el campamento quedó dormido con una sonrisa, como si hubiese percibido el exacto momento en que cruzó la barrera del sueño.

Ante él estaba la torre de Daguera, y casi como un autómata entró y recorrió por si solo los pasillos que lo llevaron directamente a las cámaras superiores. Perecía haber recorrido ese camino un millón de veces. Su semblante no era el mismo de la noche anterior. Algo había cambiado desde su visita a Blathogga.
Finalmente llego a una puerta, detrás se encontraba Daguera. No sintió ningún deseo de dilatar mas su estadía en Bangladesh así que abrió la puerta.
Sentado en un escritorio se encontraba Daguera acompañado por Grimereth, que al ver nuevamente a Carlos no tuvo más remedio que desvanecerse en el aire.
-¿Por qué se fue?- Preguntó carlos ntre la rutina y la extrañeza. Daguera respondió sin mirarlo-Mi esperanza radicaba en que tu volvieras, y llegaste. Y por lo que veo tu no posees más esperanzas. Grimereth ya no tenía motivos para permanecer aquí- Carlos bajó la vista -Es verdad, ya no tengo esperanzas- dijo Carlos Montoya para sí mismo. Daguera no quizo esperar el tiempo-¿La encontraste?- Dijo buscando su mirada. -Lo diré sin rodeos, tu libro fue reclamado por alguien llamado Azar. Todo lo que tenía Bhiryami era una hoja, es lo único que pudo conservar. Su intención no era robarte, ella quería jugar. Pero en cuanto tuvo el libro en sus manos ese Azar entró en acción y todo se complicó. Te ruego que la dejes ir, no era su intención hacerle ningún mal.- Una vez dicho esto, Carlos entregó al mago una hoja que llevaba en su bolsillo. Daguera sonreía, reviso la hoja con con la mirada, con una expresión de asombro, un destello de alegría recorrió el cuerpo del anciano. Parecía un niño maravillado.
Daguera inspeccionó aquel papel hasta que fue interrumpido por la fría voz de Carlos, que estaba visiblemente molesto. -¿Cumplirá entonces con su parte del trato?- Aún asombrado por su tesoro Daguera replicó –¡Ah! La niña, no te preocupes por ella, ya mande a librarla un poco antes de que tu entraras por esa puerta.- Carlos suspiró aliviado, entonces el mago continuó. -Pero ahora tendrás que prometerme algo: Es sobre el poder que ella te ha enseñado a usar, prométeme que te lo reservaras a ti mismo. Júramé que no volverá a ser usado para travesuras- A Carlos ya no le importaba nada de lo que el mago podría decirle
-No hay problema- dijo volviendo la espalda. -Romper ese juramento te costaría la vida sabes- El guerrillero tomó estas palabras más como un consejop que como una amenaza. Aún así los ojos de Carlos se llenaron de lagrimas, luchaba por contener el llanto. Daguera al ver esto le preguntó -¿Qué fue lo que encontraste en Blaathoga que te cambió tanto?-
-Señor, en ese laberinto me vi a mí mismo, y vi mi final.- y con un tono sombrío agregó –Y sé que no puedo hacer nada para cambiarlo- Finalmente Carlos Montoya se marcho de los aposentos del mago Daguera.

En la india, la hija de una acaudalada familia llamada Bhiryami, despertó de un estado de coma al que había caído poco tiempo atrás sin ninguna explicación.

En la selva Colombiana, un miembro de los insurgentes llamado Carlos Montoya, despertó muy descansado y sereno a pesar de haber dormido pocas horas. Sabía que ese día tendría mucho que ganar y nada por perder.

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