martes, 4 de septiembre de 2007

El visitante 2da noche

2da noche


No le costó demasiado dormirse a Carlos esa noche. Había conseguido un lecho bastante cómodo en una casa del campamento. El sueño no tardó en venir.

-Bien, usted siéntese aquí- Indico un hombre grotescamente flaco y alto señalando una fila de butacas. Estaba vestido con un traje parecido a los que se usaban a principios del 1900. Con cierta brusquedad despachó a Carlos en su asiento y volvió a la entrada del teatro para continuar con su trabajo.
Carlos recién notó donde se encontraba, estaba sentado en un auditorio, que poco a poco, se llenaba de gente cada vez mas extraña. -¿Dónde me metí?- Dijo Carlos. En respuesta a sus palabras solas obtuvo señales de desaprobación. Incluso una señora muy crecida en carnes se acercó a el para pedirle que guardase silencio. Carlos Montoya se acurrucó en el asiento para no llamar más la atención y entonces se dispuso a observar a los que ingresaban al recinto.
Un minuto después un indio cargando una pesada metralla se sentó a su lado casi sin mirarlo. Al cabo de unos segundos de forzoso silencio, Carlos preguntó al indio el porqué de la reunión, lo poco que alcanzó a decir el indio fue que estaban por presenciar un juicio, pero fue rápidamente silenciado por la misma señora gorda que antes había callado a Carlos. Unos segundos después el salón estaba colmado. Las luces se apagaron y un redoble de tambores anunció que se estaban abriendo las cortinas. La bizarra concurrencia estalló en aplausos. Y de lejos pudo Carlos ver a la señora intentando callar a cada uno de los concurrentes. Al margen de esto había algo en el ambiente que hacía que Carlos sintiese que no pertenecía a ese lugar. Unos minutos de bullicio después, todo se había calmado nuevamente.
Un hombrecito de no más de medio metro apareció en medio del escenario vistiendo glamorosas ropas doradas, desplegó un pergamino y lo leyó al público –En esta ocasión ciudadanos, juzgaremos a una bestia cruel y sádica. Se la acusa de repetidas violaciones a la intimidad. Muchas veces logró escapar de las manos de nuestros guardianes. Pero ayer finalmente hemos hecho presa a esta infame criatura- El hombrecito resopló complaciente, y en clara actitud de querer ganarse al publico presente, y miró hacia fuera del escenario. Instantes después dos gruesos encapuchados arrastraron hasta el centro una jaula con una niña dentro. Carlos Montoya reconoció a Bhiryami, se encontraba encadenada y sometida. Un alboroto inundó el recinto. Inclusive la señora que antes intentaba callar a todos ahora se encontraba sobresaltada y vociferando acaloradamente. El indio al lado de Carlos lado permanecía impasible.
Momentos después el hombrecito pidió calma y todos se serenaron relativamente. -Antes de leer la acusación formal, pediré que se representen a las partes... ¿quienes desean acompañarnos a los acusadores?- No hizo falta que terminara la frase para que la totalidad del auditorio se transformara en una turba sedienta de sangre. Pidiendo con gritos y alaridos todo tipo de castigos y suplicios, muchos de los cuales Carlos ni siquiera comprendía.
Hubo tanta euforia y tanto desenfreno que algunos de los espectadores se acercaron al escenario en donde tenían a Bhiryami. Pero fueron detenidos por los fieros guardianes que permanecían ocultos en las sombras. Eran bestias inmensas, y por sobre todo, eran bestias de malicia y capacidades increíbles.
Aquel bullicio duró unos minutos bajo la mirada complaciente del hombrecito que sonreía indiscretamente. Una vez que los ánimos se calmaron este continuó. -Y ahora ¿hay alguien dispuesto a acompañar a la acusada?- y añadió por lo bajo mirando directamente a Carlos, como adivinando su reacción y lo que pasaría, - Mejor que hable ahora, porque se hará justicia aun sin un defensor... Con estas últimas palabras la mirada del hombrecito se cubrió de sombras y dejó ver, por un instante, una sonrisa siniestra.
Solo por un instante Carlos Montoya pensó en quedarse en silencio, recapacitando inmediatamente. Y cuando se disponía a ponerse de pie y ofrecerse a defender a Bhiryami este descubrió que no podía moverse en absoluto. Estaba sudando y temblando, quería hablar, quería salir en defensa de su amiga, pero despertó.

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